Un día triste para la seguridad privada.

Hoy es un día triste para todos los que trabajamos en seguridad privada. Especialmente para mí. Nada más abrir la sección de informativos de ARSEPRI, hábito diario que tengo como responsable de redes sociales de la asociación, la primera noticia que leo es un apuñalamiento de dos compañeros en la estación de Sants, en Barcelona. Una puñalada en el hombro a uno, y otra en el abdomen a otro. Uno de ellos hospitalizado grave. No dejo de pensar en ellos, en sus familias y en desear que se recuperen.

Pero no sólo me entristezco por el acto en sí. Me entristezco porque, a pesar de todos los esfuerzos que ponemos en ARSEPRI para dar difusión a las agresiones diarias que sufrimos los que trabajamos en el sector, los medios de comunicación generalistas no solo no se hacen eco de esta situación, sino que además no abordan la raíz del problema. Únicamente publican estas noticias cuando el morbo de la noticia, el “suceso” como suelen definirlo, tiene un tirón mediático que genere ingresos. No tienen una motivación más allá de esta, y pasan de puntillas por la noticia, para centrarse con temas políticos, salseo o cotilleos de famosos y faranduleros, que salen más rentables.

Si realmente algún día se interesasen de verdad, y nos dejasen intervenir en algún programa para explicar todo bien explicado, de tal manera que la ciudadanía sea consciente del problema, no nos cogerá de sorpresa cuando, lamentablemente, la cosa no quede en heridos graves como esta vez, sino que acabe en muertes y nos lamentemos mucho más. Es lo que suele pasar en tantas ocasiones. Tiene que morir alguien para que algo sea grave.

Pero ya puestos, no pedimos una intervención por un minuto escaso, como suele ser frecuente, para comentar algo que después abra un debate a cuatro tertulianos, normalmente desconocedores del sector y que, en pocos segundos, derivan a sus zonas de confort, generando conversaciones totalmente insustanciales que inician un debate sobre otros temas más interesantes. La seguridad privada no es interesante.

Lo deseable sería una intervención donde se permita a alguien, buen conocedor del tema, explicar claramente el problema, y centrarse en él.

Entretanto, siempre me queda el consuelo del teclado de mi ordenador, para expresar esta tristeza que tengo por dentro. Y publicarlo en nuestras redes sociales, como náufrago de una isla desierta que lanza una botella al océano, con la esperanza de que algún día sea recogida por alguien que de verdad quiera auxiliar a nuestros compañeros.

Si esto sucediese, les explicaría con detalle nuestro círculo vicioso, donde prima lo económico por encima de la salud laboral, todo amparado por unas instituciones encargadas de hacer un control inexistente, como tantas otras de este país nuestro que es España.

Este tipo de servicios, transporte público, CETIs, centros de menores, hospitales públicos y centros de salud, son en su mayor parte responsabilidad de las administraciones públicas. Estatales, autonómicas o municipales, hay de todo. Algunos, como centros comerciales, polígonos, comercios, son de acceso público y titularidad privada, pero el trabajo efectuado en el mismo no difiere mucho en cuanto su peligrosidad.

Los servicios que quiero referir en este artículo, dada la agresión que me motiva a hacerlo, son los competentes de las administraciones públicas. Estas tienen el deber de garantizar la seguridad de los ciudadanos usuarios de las mismas. Para ello tienen dos opciones;

La primera es poner efectivos policiales. Trabajan en binomio, cobran alrededor de 2000€ al mes o más, están equipados de armamento, elementos de defensa como chalecos antibalas, pistolas de 9 mm, defensas extensibles y otros muchos elementos más. Son funcionarios públicos, agentes de la autoridad, tienen protección jurídica, leyes que les permiten actuar convenientemente… Son caros, efectivos pero caros. Por eso suelen faltar agentes en casi todos los cuerpos de seguridad del país.

En lugar de esta opción cara, recurren a la segunda opción, la seguridad privada. En este caso, pueden poner un solo vigilante. Algunas veces, con suerte, armado con un revólver, más apropiado para el salvaje oeste que para los tiempos modernos. Otras veces, con más suerte aún, trabajando en binomio. Si, en binomio, como comúnmente trabajan los de la otra opción mas cara, pero en este caso es algo opcional, como las llantas que pones en tu coche. Se deja a decisión del cliente.

Estos compañeros trabajan por un salario neto de 1000€ al mes. Si, por el precio que pagarían, por ejemplo, por dos policías nacionales, tienen a disposición a cuatro vigilantes de seguridad. No entramos ya en detalles como el ahorro de no tener que dotarles de medios como los policiales. Todo un chollo oiga.

Se abona a estos vigilantes de seguridad un plus de peligrosidad de 19,90€ al mes que, cuando van armados, puede llegar a los 149,31€. Si sumamos todo y le descontamos impuestos, pagando 1150€ netos a un trabajador, la administración tiene un señor de uniforme dando seguridad a su instalación.

Si ha llegado hasta aquí en su lectura, le hago una pregunta: ¿usted, querido lector, trabajaría por este precio en sitios donde pudiese ser agredido todos los días?

Pongamos que si, que se anima a hacer ese trabajo. Se enfunda su uniforme ese día en su, por ejemplo, estación de metro, y tiene la mala suerte de que a un señor, al que le tiene que recriminar que no se ponga la mascarilla, le da por agredirle.

Sepa usted, que su único elemento de defensa, si no va armado con un revólver, es una defensa semirrígida de 50 cm. Si, contra navajas, machetes, palos, grupos de agresores…

Puede tener suerte y, en ese servicio, portar revólver. ¡Pero ojo si lo usa! En este país, hasta la misma policía, si saca un arma de fuego y la utiliza, puede tener muchos problemas legales. ¡Imagine los suyos cuando ni siquiera es usted agente de la autoridad!

Si usted tiene mucha suerte, igual hasta se le dota de un chaleco antipinchazos y de guantes anticorte. Si, hablo de mucha suerte, porque aunque los navajazos son últimamente el pan nuestro de cada día, no se valora este riesgo desde un prisma de garantizar la seguridad laboral del trabajador cuando se autorizan estos servicios, como ocurre en otros trabajos. Se mide exclusivamente desde el prisma económico. Y no piense que usted que puede comprarse esta equipación con sus medios económicos y usarla, puesto que si su empresa no quiere que los lleve, puede usted ser sancionado.

Tenga en cuenta que siempre sale más barato reponer a un vigilante apuñalado, como pueda haberle pasado a usted en ese hipotético día, que gastar dinero en medios de prevención laboral que garanticen que este trabajador llegue entero a su casa con su familia.

Y, ¡ay querido lector!,¡explíquele esto usted a su mujer si le destinan en un sitio así! Si por lo menos usted pudiera justificarlo porque lleva un buen salario a su casa. Pero olvídese, no iba a ser su caso.

Dicho todo esto, la mayor parte de lectores habrá decidido que es un trabajo que no compensa. De hecho, así pensamos la mayoría de los que trabajamos en seguridad privada, muchos de nosotros entrenados y preparados. Por ese precio, no compensa trabajar ahí, en un lugar con tanto riesgo.

Eso le puede generar una interesante pregunta; ¿entonces, quién trabaja en estos servicios? Porque, si usted es observador, vigilantes hay. ¿Y los que hay están bien preparados?

Antes de comenzar a explicar esta pregunta, es necesario conocer cuales son los conocimientos que debería de tener este trabajador para ejercer ese trabajo, y qué tiempo y dedicación se necesita para adquirirlos, y mantenerlos.

Un vigilante de seguridad, para ejercer su profesión, necesita obligatoriamente obtener el TIP (Tarjeta de Identificación Profesional) de vigilante de seguridad, y varios cursos de especialización según sea el servicio donde se le destine. El curso de vigilante de seguridad más corto, tiene una duración de 180 horas, y ronda los 600 €. Tendrá que pasar después de su realización por pruebas físicas y examen teórico practicado por la Policía Nacional para obtener su TIP.

Si además va usted armado, necesita tener una licencia de armas tipo C, que sólo puede obtener con autorización de su empresa de seguridad, tras hacer un curso, y deberá de pasar un examen practicado por la Guardia Civil.

Para poder defenderse de las agresiones, o detener a un delincuente, estará usted obligado legalmente a mantener en todo momento una proporcionalidad en su actuación, y si no tiene mas remedio que recurrir al uso de la fuerza, deberá hacerlo sin lesionar a la persona que tenga usted que reducir. Para ello necesitará ciertos conocimientos de artes marciales, que únicamente va a adquirir entrenando durante meses, y que en sus 180 horas de curso de vigilante de seguridad, no va la obtener.

Si alguna vez ha visto alguna detención de alguien agresivo efectuada por la policía, observará que suelen realizarla entre varias parejas de agentes, y además llaman a más refuerzos, llegándose a juntar varias patrullas.

Usted trabaja solo. Con suerte en binomio. Y con mucha suerte, si tiene la opción de pedir refuerzos, rece hasta puedan llegar. Lo frecuente es tarde y mal. Su refuerzo real será la policía cuando llegue, si sigue usted entero.

Además, sepa usted que va a ser grabado por otras personas y, a las pocas horas, saldrá en todas las redes sociales. Probablemente a usted sí que le saquen en televisión, y sea el tema de debate de una tertulia. Por tanto, procure que su entrenamiento sea tan efectivo que no le haga sombra ni el mismísimo Steven Seagal en su mejor película. Quizás, tras duros años de entrenamiento, lo consiga. Sepa entonces que además, debe de sacar tiempo habitualmente para mantener su condición física y su entrenamiento, porque usted en todo momento debe ser un profesional eficaz. Aunque tenga 60 años.

No queda aquí la cosa. Aparte de estas exigencias, usted debe de costearse vivir en una ciudad, con un salario de 1000€. Pongamos que esta ciudad sea Madrid o Barcelona. En estos momentos, si usted conoce estas ciudades y echa cálculos mentales, se habrá dado cuenta de que, simplemente en un alquiler, se va a gastar más de 500€ al mes. No se preocupe, todo está estudiado hace años. Usted puede hacer su cómputo mensual de 162 horas extras y, con suerte, si no le coge una crisis, podrá hacer un montón de horas extraordinarias. Con esas horas extras podrá pagar sus gastos. Eso sí, no piense que, como ocurre en otros trabajos, esas horas extras, por ser algo excepcional, las va a cobrar a un precio sustancioso. No. Esas horas extras las va a cobrar usted al mismo precio que cobra una hora normal. Siempre, eso sí, que su empresa pague a convenio colectivo nacional. Si su empresa tiene otro convenio distinto, le tocará cobrarlas por debajo de ese precio.

Llegado a este punto, puede pensar que, antes que pasar hambre, siempre es mejor hacer este trabajo. La necesidad manda. Al menos esto ya lo han pensado y estudiado las empresas de seguridad privada mucho antes que usted. Puede usted acogerse a trabajar en turnos de 12 horas diarias, y así hace muchas horas extras, que las empresas se lo van a poner muy fácil con tal de que usted trabaje en estos sitios.

Fíjese, puede trabajar 20 días o más al mes a 12 horas diarias, y así hace 240 horas o más en total. 80, 100, 120 horas extras… Obtendrá un sobresueldo de 300€, 400€, 500€ al mes. No va a llegar al sueldo de un policía, pero será usted un esclavo de su trabajo con un salario casi idéntico. Y no pasará hambre.

Si esta es su opción, usted trabajará 12 horas cada día. Gastará entre 1 y 2 horas diarias en desplazamientos al trabajo. Deberá entrenar otra hora diaria para mantener su forma física, y aún le quedarán otras 10 horas al día para dormir, atender a su mujer y sus hijos, hacer compras, tareas del hogar…

Todo esto hasta que usted se lleve una puñalada. Si, como la que se llevaron ayer mis compañeros de la estación de Sants. Le tendrán de baja unas cuantas semanas y no podrá hacer horas extras. Además, si usted ha gastado su cupo de buena suerte, le pueden dejar con una minusvalía de por vida y una pensión miserable, al tener su base de cotización baja. O peor, podría ser la noticia morbosa que haga que todos se acuerden por unos días de lo mal que estaba ese pobre vigilante de seguridad que mataron ese día.

Pero tranquilo, querido lector, si usted ha sido de aquellos que no harían este trabajo en su vida, no se preocupe. Otros lo harán por usted. El próximo día que viaje en transporte público, o se mueva por su ciudad, busque con atención. No le costará mucho localizar un vigilante de seguridad jugándose su integridad para velar por la suya. Aunque no le conozca de nada. Colabore con él si se lo solicita y, si puede, agradézcale que está ahí, haciendo el trabajo que usted no está dispuesto a hacer. Seguro que le alegra el servicio.

Pase usted muy buen día.

Fernando Rodríguez Segovia.

Director de Redes Sociales de ARSEPRI.