Cuando Pepe aceptó el turno de noche en una fábrica de sanitarios de Alcorcón en un polígono industrial, supo que estaba a punto de sumergirse en otra de esas experiencias que podrían oscilar entre lo aburrido y lo inesperado. La fábrica, un complejo enorme con largas líneas de producción y almacenes llenos de inodoros, lavamanos y otros artículos sanitarios, parecía más bien un lugar donde las horas no pasarían nunca.
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